Hoy en día parece desarrollarse de manera exageradamente ridícula el uso de citas, especialmente patrióticas, que sin embargo no se quedan más que en lo puramente anecdótico, en la forma, en lo simple y lo banal Se cita a Bolívar hasta para elogiar un mondongo, con frases totalmente descontextualizadas y en muchos momentos inadecuadas para el caso, como esos psudoreligiosos que quieren emplear la Biblia para todo y ponen en boca de Jesús, Pablo o fulanito de Arimatea cuanta barbaridad se les ocurre, con la esperanza de que a uno se les hayan olvidado las clases de catecismo o tenga mucha flojera para ir a revisar un libro con tantas páginas como las Sagradas Escrituras.
Y este no es un fenómeno aislado o inocente, no señor, de hecho es una táctica de comunicación (especialmente comunicación de negocios), donde se recomienda citar a figuras reconocidas y respetadas por el interlocutor para cubrirnos con las bondades del susodicho citado, y de esta manera ganar respeto, reconocimiento o sabrá usted qué. Como dice el viejo refrán: Ganando Indulgencia con Escapulario Ajeno. Y en el caso de frases patrióticas, muchas veces se oculta el deseo de apelar a elementos profundos de identidad, seguridad y reconocimiento, es decir, no es más que vulgar manipulación.
El problema, sin embargo, es más complejo que una sosa copiadera. Hay que reconocer que existieron (y existen) personas que han dicho frases excelentes, cuya profundidad en pocas palabras causan admiración, pero de nada sirve repetir como loros algo que no se entiende o, peor aún, no se desea entender y mucho menos poner en práctica. El que un lorito sea gracioso u ocurrente por ser capaz de repetir frases hasta en francés (como el trágico plumífero de la novela “El Amor en los Tiempos del Cólera”) no quita que siga siendo un animal con una admirable garganta; y si vemos en frío la cosa, más que graciosa es patética, más que admirable es ridícula y más que sorprendente es terrorífica.
En todos los colegios liceos y similares está escrita en algún lado la frase “Moral y Luces son Nuestras Primeras Necesidades”, generalmente en amarillo, azul y rojo y al lado de un cuadro de Bolívar cuyo marco es una alegoría al mal gusto. Revisemos los baños de ese sitio, las instalaciones, los valores de algunos de sus maestros (gracias a Dios, no de todos), las actitudes de muchos de sus alumnos, la desidia de las autoridades a quienes les toca supervisar el trabajo. Y de allí para arriba, en la escala de responsabilidad hasta los entes gubernamentales, mejor paramos de contar, porque de lo contrario la depresión es inevitable. ¿Será que mucha gente piensa que esas “necesidades” a las que se refiere Bolívar son las fisiológicas?…
Por eso, y como dicen en mi pueblo, algunas frases para ciertas personas son “Mucho Camisón pa ́ Petra”. Es preferible dejar a Bolívar tranquilo, a Martí, a Santander, a Miranda y hasta a Jaimito si sus palabras no nos ayudan a ser mejores ciudadanos, mejores venezolanos, mejores personas; si no son más que deseos de aparentar sapiencia, memoria o valores que estamos lejos de poseer; porque no dejan de ser más que palabras vacías que a la larga no engañan a nadie, pues como SI dice la Biblia, al final de cuentas, “de lo lleno del corazón habla la boca”…