¡Qué calor hace!… Pero tengo una reunión y la corbata no es opcional.
¡Cómo me encantaría estar en la playa!… Pero el lunes tengo examen y si no estudio me raspan.
¡Uffff, qué buena está la vecina!… Pero mi esposa es abogado y practica Taekwondo…
Somos seres que vivimos en la incongruencia. Incluso a nivel neurológico somos incongruentes, una lucha entre tres cerebros que muchas veces nos dicen cosas contradictorias. Freud lo entendió, y nos pintó un escenario terrible entre fuerzas yoicas y superyoicas.
“Te odio y te quiero, porque a ti te debo las horas amargas mis horas de miel…” ¿Qué sería de Daniel Santos y Blanca Rosa Gil sin esta realidad humana?
Nuestra cultura judeocristiana nos ha mostrado esta realidad como una lucha entre el bien y el mal y muchas personas han aprendido a esconder, ocultar, negar o reprimir esa parte que consideran “malvada”. Incluso hoy en día, tantos años después de la muerte (tardía, lastimosamente) del famoso Tomás de Torquemada, primer inquisidor general de Castilla y Aragón y confesor de la Reina Isabel la Católica (cuántas estupideces debió escuchar y cuantas veces debió hacerse el sordo), renace el tema con el famoso “ego”, que se ha puesto de moda: “eso es culpa del ego”… “el ego te sabotea”; repite la gente como si se tratara de una novela de Stephen King o una secuela de El Aro.
En Programación Neurolingüística, a diferencia de estos casos, entendemos la incongruencia como mensajes distintos de la misma persona, manifestaciones de nosotros mismos y, por lo tanto, nada “malo”; sino por el contrario un recurso que puede sernos de mucha utilidad en algunos momentos. Por eso la PNL no busca anular, ocultar o reprimir esa “parte” nuestra; sino por el contrario integrarla, para de esta manera generar un individuo más completo, más equilibrado y más conciente de sus posibilidades.
Ese tigre que se manifiesta con toda su furia en la maravillosa película “La Vida de Pi” (Una Aventura Extraordinaria), para enfrentarse a la hiena y salvar la vida del tímido muchacho. Entendemos al final que no es más que esa “parte” violenta del joven que ha pugnado por manifestarse, y sin la cual le habría sido imposible sobrevivir.
Conocernos mejor a nosotros mismos no tiene que ser doloroso ni vergonzoso. Puede ser, por el contrario, maravilloso y sorprendente. Aprender a mirar nuestras incongruencias es descubrir realmente quiénes somos, crecer, evolucionar; hacernos responsables, decidir. Lo que consideramos una debilidad puede hacernos más fuertes, lo que nos produce vergüenza puede hacernos más libres, lo que queremos desechar puede que nos complete.
Reconoce tus incongruencias, aprende a escucharlas, entiende qué es lo que buscan para ti, recíbelas como un regalo que, a fin de cuentas, te hace más humano. Es más valiente quien en lugar de esperar que la esposa se descuide para echarle un ojo a la vecina, le da un beso en la mejilla y le dice: “mi amor, qué bien le queda ese pantalón a la vecina, pero como tú no hay dos…” ¡Eso es valentía!
3 Comentarios
Excelente Artículo. Y muy cierto…
Mejor imposible!!!
Gracias José por regalarnos este aprendizaje a través de este estupendo artículo .
Saludos José Luis, me encanta tu artículo y tu frase: Somos una incongruencia con patas». jeje.