Latinoamérica es el continente donde la palabra Patria se ha malinterpretado más fácilmente y se ha convertido en pretexto para manipular a los pueblos, haciendo uso de una defensa a ultranza del suelo “de nuestros ancestros”, cosa que muy poca gente entiende. De esta manera muchas veces se ha exacerbado el odio para con los extranjeros, especialmente con los europeos, ondeando para ello la bandera de la sangrienta conquista que devastó nuestros pueblos y nos quitó nuestras riquezas.
Quienes de una manera tan fácil hablan, parecen olvidar algunas importantes cosas. Primero, que era otro momento histórico, otras creencias y otros valores. Si tomamos eso al pie de la letra, tendríamos que hablar también de la barbarie de las sangrientas conquistas de los Aztecas, porque como lo dice el refrán, la salsa que es buena para el pavo es buena para la pava. En segundo lugar, es ir en contra del principio de uno de los grandes pensadores latinoamericanos, el mexicano José Vasconcelos y su planteamiento de la raza cósmica. Somos el encuentro de culturas. El ser latinoamericano es mestizo por naturaleza. O como lo dice la gran canción Cantata Latinoamericana: “…Vibran en mí milenios indios y centurias de español…”.
Es impresionante y triste como este principio nos ha alejado cada vez más de una real posibilidad de integración. Existen entre los latinoamericanos una serie de creencias que nos alejan entre nosotros, creencias que más allá del chiste hablan de una visión estereotipada y reducida del mundo: el colombiano es ladrón, el peruano es flojo, el argentino es egocéntrico, el brasileño es lascivo, y un largo etc. que hace mirarnos con recelo, esperando siempre lo peor del otro. En este sentido, el Mercado Común Europeo le ha dado una gran lección al mundo. Más allá de las fronteras del idioma y los intereses particulares, está el fortalecimiento de la economía en busca de la mejora de los ciudadanos. ¡Y ellos si que son diferentes entre si, y si no lo creen, comparen a un alemán con un español, para que vean!…
Querer a la patria es preocuparse por sus hijos, por sus hombres y mujeres. Querer a la patria es buscar lo mejor para ella. Es dejarse de formalismos y poses. No es sacar la bandera en los días de fiesta y ponerse de pie cuando suena el himno nacional, o aprenderse de memoria frases descontextualizadas de nuestros próceres, olorosas a naftalina. Es ir más allá. Es entender que el mundo ya prácticamente no tiene fronteras (pregúntenle a Internet) y que Latinoamérica está llamada a fortalecerse desde adentro, pero con la vista en el horizonte, en los otros pueblos. Es la aldea global, donde sin perder nuestras diferencias nos concentramos en lo que nos une y no en lo que nos separa. Es no hacerle el juego a quienes apostando a pseudomesías, ocultan realmente una mente de señor feudal, de conuco, de zaguán de casa de pueblo.
Vamos a abrir los brazos al mundo, sin inocencias pero con ánimo, buscando siempre en el otro una posibilidad para crecer y ser mejores.