Les presento a Tom, mi Dióscuro Griego.
Tom es un mestizo, de padre desconocido y madre envenenada luego de parir en la parte de atrás de un edificio en una zona popular conocida como Catia, en Caracas, Venezuela. De allí fue rescatado junto a sus cinco hermanos por la Red de Apoyo Canino, una organización dedicada al cuidado de perros de la calle. Fue a una casa de acogida y tres meses después lo adopté para que le hiciera compañía a mi gran amigo, el Pbro. Carlos Luis Sirvent, con quien vivió durante casi tres años y medio, en una casa parroquial, cerca de un templo, amado por su inolvidable amigo.
Debido a la muerte repentina del padre Carlos, lo acogí como una manera de brindar homenaje a esa amistad, teniendo que organizar mi vida, con algo de miedo porque no me sentía capaz de atenderlo adecuadamente. Pero él me ayudo y así hemos estado juntos casi nueve años. Tom me ha acompañado en muchos de mis talleres y algunas conferencias, en tres países; y hasta en una formación de Practitioners en Programación Neurolingüística, compartiendo con los participantes, produciendo sonrisas y generando anécdotas para contar.
Desde su llegada Tom ha sido una posibilidad de crecimiento, de aprendizaje, de introspección. Un maestro constante, una maravillosa puerta a la reflexión.
Él ya dejó de ser solo un perro y el apelativo de «mascota» le queda muy pequeño. Él es mi Gurú Canino.